jueves

Inmortal (la perspectiva del Zippo). Primera entrega

1.
Un Zippo no es un encendedor. Un Zippo (si es originial, norteamericano) es una obra de arte moderno. Es una experiencia... Trascendental. Un Zippo refleja la historia de la humanidad. Muestra que el descubrimiento del fuego ha sido el signo de la civilización. El ser humano se redime ante el fuego de un Zippo, esa escultura perfecta de metal que fusiona la estética del Siglo XX con el espíritu de determinación de Occidente. Un Zippo es fidelidad. Amistad. Compromiso. Compañía.
Un encendedor chino de $2 no es un Zippo. Ni siquiera debería ser llamado encendedor.
¿Cuántas vidas salvaron los engendros premoldeados de plástico, Made in China, que dejan de funcionar en un mes?
¿Cuántos hermanos Zippos se perdieron en la guerra de Vietnam y en el Golfo Pérsico, luchando por la democracia?
¿Cuánto conocen de filosofía y de literatura esos encendedores chinos de $2, hijos bastardos de la producción en serie? Nada.
En cambio, un Zippo es cultura. El peso y el volumen de un Zippo alcanza para mantener abiertas las páginas de las Obras Completas de Shakespeare y de Nietzsche. Lo sé porque yo lo he hecho. Y estoy convencido de que el mismo Platón se habría prendido un puro con mi flama después de escribir el Fedro.

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