sábado

Diario (la perspectiva del Padre Eduardo). Primera entrega

17/02/79.
Sólo se salvaron Pancho y la Chola, que a las 2 de la mañana fueron a la capilla para decirme que debían rajar. También dijeron que debería ir pensando en hacer lo mismo.
Si en alguna libreta aparece mi nombre, estoy frito.

18/02/79
Un Cardenal tenía que ser. Si algo aprendí en estos años,  es que los Cardenales no son de fiar. Los Obispos tampoco. Nadie acá adentro es de fiar.
Apenas pude cargar un bolsito, la Biblia y el cuaderno de apuntes. Dejé el libro del padre Gutierrez. A propósito lo dejé. Lo van a quemar, ya sé, pero quería que supieran que las hojas que harían arder  se habían impreso en una carne y una mente. En mi carne, en mi mente. En mi espíritu que, por ahora, no  pudieron meter en la hoguera.

25/02/79

Desperté con fiebre. La Biblia estaba abierta en el libro de Juan. No recuerdo haberlo hojeado. Ni siquiera recuerdo haber agarrado la Biblia en los últimos días. "A quien quite algo de las palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la Ciudad Santa, descritos en este libro." Eso dice el Apocalipsis, 22,19. Son las últimas palabras de Dios a los hombres.
Hace tres días que no como y la fiebre aumenta. Casi no tengo fuerzas para nada, salvo para leer y escribir.

26/02/79

Siendo indigno de los misterios de la verdad
y los designios del Verbo
elevé la mirada al cielo
para contemplar
la revelación.
Una manada
que apareció ante mis ojos
niños en celo
que atravesaban las puertas
de un colegio privado
niños guiados por el ángel de la redención
que gozaban desgarrando
las bragas inmaculadas
desvirgando a las nenas
(y los nenes)
de papá.

Tras un parpadear apareció el mar
olas de barro,
de baba,
de semen...
olas que sepultaban la pasarela
suspendiendo la función.
Después de esto ya no quise ver más,
mas vi
desquiciados jugando al tenis
vi mujeres, licántropos,
ratas de aspecto humano
que masticaban trajes rellenos de empresarios,
vi una lluvia de esquirlas
destrozando convertibles,
vi a los devotos del frío abrigados
con tapados de piel:
la piel del cordero.

La visión continuaba,
muy a pesar mío,
eran celdas vacías
eran picanas que fallaban
eran balas de salva
en la reglamentaria
era demasiado.

Al final de la visión
la tierra prometida.
En el camino resplandecía el Creador,
lo vi,
solo,
de rodillas,
pidiendo perdón a las tribus analfabetas
incluso del lenguaje divino.

Antes de despertar
bajé mi rostro
avergonzado de su vergüenza
y al abrir los ojos
sin purificar mis labios ni mi voz
escribí los fragmentos
de esta buena noticia.

27/02/79

Debo corregir el poema porque en verdad no estoy enojado ni molesto ni nada parecido con Dios. Él no tiene nada que ver en este asunto. El diablo tampoco. Hay quienes pierden el tiempo delegando responsabilidades al más allá. Pero es el hombre quien genera hambre y miseria y dolor y mentira y represión, es el hombre el que hace las revoluciones, es el hombre el que vive las revelaciones y es el hombre quien decide actuar en consecuencia o seguir durmiendo al costado de la historia.
Es fácil culpar a Dios. O al diablo.

28/02/79
La gente que me está escondiendo trajo antibióticos. No son ángeles: son gente nomás, gente que se compadece y que siente el dolor del prójimo como si fuera propio. Cristianos ejemplares en su ateísmo.
Por suerte, la fiebre está bajando, al igual que el dolor en los bronquios. Tengo más fuerza.
Por la tarde oficiaré misa.

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